III.Bajo la cascada sombría
Se observaron el uno al otro desde los pequeños montículos de roca, sus ropajes habían cambiado, ambos portaban prendas de tono celeste, como el del lago frente al cual se encontraban, a pesar de su lejanía eran capaces de distinguir las facciones tan soñadas del otro. Entonces Liu Xiao saltó hasta el agua siendo seguido rápidamente por Fei Xue que nadó hasta alcanzar el cuerpo tan empapado como el suyo propio, pero no se tocaron, tan solo permanecieron mirándose a los ojos mientras sus manos se deshacían de los hanfu empapados revelando poco a poco las sedosas pieles blancas que había debajo y que protegían magistralmente sus músculos fuertes que en aquel preciso instante, por primera vez en mucho tiempo, se hallaban relajados.
Sus miradas que no se había separado lo hicieron durante apenas un instante, que pareció una eternidad, cuando observaron en rededor para arrojar la ropa hacia la orilla, después, más tranquilos, nadaron en consonancia sin hablar siquiera, pero realmente no hacían falta las palabras, en esa ocasión ni las armas eran necesarias, tan solo sus ojos expresaban la verdad de sus corazones. Poco a poco se acercaron de nuevo fijándose en las perladas gotas brillantes de pura agua cristalina que escurrían por la piel del otro haciendo que esta resplandeciera, o al menos así lo creyó Xiao viendo el hermoso cuerpo de su contrincante con una sonrisa y algo de vergüenza mientras Xue agachaba la cabeza con las mejillas tintadas de carmín, con la espada podía enfrentar casi cualquier cosa, pero sin ella la timidez ganaba la batalla.
Extendieron sus dedos que rodaron por sus cuerpos esbeltos y fuertes reconociéndose por primera vez, la primera vez de muchas. Por fin Xiao pudo ver la sonrisa de Xue cuando su delicada cabeza se apoyó en su hombro descansando, haciendo que sus cabellos se mezclaran por completo convirtiéndolos en un poderoso río de pelo azabache, él rodeó con sus brazos fuertes el cuerpo delgado de Fei Xue acercándolo más hacia sí y apoyó su barbilla sobre su frente esbozando, también, una dulce sonrisa, por primera vez en mucho tiempo estaba en paz, no solo consigo mismo, sino con el mundo en general.
Al cabo de un rato notó los traviesos dedos recorrer las cicatrices de su espalda, como si reconocieran un nuevo territorio pero aquello, que en cualquier otra circunstancia le habría molestado terriblemente, en aquel momento tan solo le relajó provocándole un suspiro, y haciendo que se permitiera bajar la guardia por completo comenzando a acariciar los mechones lisos y empapados de Xue preguntándose cómo era capaz de conservar aquel delicioso aroma floral aún después de haberse mojado, a su vez Fei deseaba hallar el valor para inquirir a Xiao a cerca de las cicatrices que poblaban toda su espalda y cintura, pero una parte de sí le indicó que no debía hacerlo y tan solo continuó con su masaje sintiendo como el sueño le vencía con lentitud consiguiendo que se durmiera en los brazos de Liu.
Xiao le acunó con dulzura, besando su frente con levedad para no molestarle o despertarle, sin embargo, no lo consiguió pues al cabo de unos pocos momentos los ojos violáceos se abrieron de nuevo encontrándose con sus pupilas ambarinas, y supieron que era el momento adecuado.
Bajo la cascada sombría sus labios sedientos de amor por fin se encontraron.
Se observaron el uno al otro desde los pequeños montículos de roca, sus ropajes habían cambiado, ambos portaban prendas de tono celeste, como el del lago frente al cual se encontraban, a pesar de su lejanía eran capaces de distinguir las facciones tan soñadas del otro. Entonces Liu Xiao saltó hasta el agua siendo seguido rápidamente por Fei Xue que nadó hasta alcanzar el cuerpo tan empapado como el suyo propio, pero no se tocaron, tan solo permanecieron mirándose a los ojos mientras sus manos se deshacían de los hanfu empapados revelando poco a poco las sedosas pieles blancas que había debajo y que protegían magistralmente sus músculos fuertes que en aquel preciso instante, por primera vez en mucho tiempo, se hallaban relajados.
Sus miradas que no se había separado lo hicieron durante apenas un instante, que pareció una eternidad, cuando observaron en rededor para arrojar la ropa hacia la orilla, después, más tranquilos, nadaron en consonancia sin hablar siquiera, pero realmente no hacían falta las palabras, en esa ocasión ni las armas eran necesarias, tan solo sus ojos expresaban la verdad de sus corazones. Poco a poco se acercaron de nuevo fijándose en las perladas gotas brillantes de pura agua cristalina que escurrían por la piel del otro haciendo que esta resplandeciera, o al menos así lo creyó Xiao viendo el hermoso cuerpo de su contrincante con una sonrisa y algo de vergüenza mientras Xue agachaba la cabeza con las mejillas tintadas de carmín, con la espada podía enfrentar casi cualquier cosa, pero sin ella la timidez ganaba la batalla.
Extendieron sus dedos que rodaron por sus cuerpos esbeltos y fuertes reconociéndose por primera vez, la primera vez de muchas. Por fin Xiao pudo ver la sonrisa de Xue cuando su delicada cabeza se apoyó en su hombro descansando, haciendo que sus cabellos se mezclaran por completo convirtiéndolos en un poderoso río de pelo azabache, él rodeó con sus brazos fuertes el cuerpo delgado de Fei Xue acercándolo más hacia sí y apoyó su barbilla sobre su frente esbozando, también, una dulce sonrisa, por primera vez en mucho tiempo estaba en paz, no solo consigo mismo, sino con el mundo en general.
Al cabo de un rato notó los traviesos dedos recorrer las cicatrices de su espalda, como si reconocieran un nuevo territorio pero aquello, que en cualquier otra circunstancia le habría molestado terriblemente, en aquel momento tan solo le relajó provocándole un suspiro, y haciendo que se permitiera bajar la guardia por completo comenzando a acariciar los mechones lisos y empapados de Xue preguntándose cómo era capaz de conservar aquel delicioso aroma floral aún después de haberse mojado, a su vez Fei deseaba hallar el valor para inquirir a Xiao a cerca de las cicatrices que poblaban toda su espalda y cintura, pero una parte de sí le indicó que no debía hacerlo y tan solo continuó con su masaje sintiendo como el sueño le vencía con lentitud consiguiendo que se durmiera en los brazos de Liu.
Xiao le acunó con dulzura, besando su frente con levedad para no molestarle o despertarle, sin embargo, no lo consiguió pues al cabo de unos pocos momentos los ojos violáceos se abrieron de nuevo encontrándose con sus pupilas ambarinas, y supieron que era el momento adecuado.
Bajo la cascada sombría sus labios sedientos de amor por fin se encontraron.